lunes, 23 de enero de 2017

PENSAR LO PROPIO




Somos una sociedad que naufraga en un mar de contradicciones casi permanentemente. Lo hacemos de manera cotidiana y con total naturalidad. Se hacen marchas pidiendo por justicia, pero qué es lo que se pide realmente, si cuando la justicia se expide de manera diferente a la deseada, se la acusa de “injusticia”. Entonces lo que se requiere verdaderamente es “venganza”.
Todas las naciones del mundo necesitan, del pueblo que las componen, que inviertan y fortalezcan el mercado interno, que sus empresarios, comerciantes e industriales no evadan ni eludan sobre las cargas tributarias que les corresponde, que inviertan intrafronteras, que se mantenga activo el mercado laboral, empresarial, manufacturero y turístico del país, para lo cual es imprescindible que haya una importante fuente de trabajo con salarios dignos que permitan a la clase trabajadora construir o comprar su vivienda, comprar su auto y renovarlo cada tanto, para lo cual se hace necesaria la cultura del ahorro y el crédito en moneda de curso del país. De este modo el mercado interno se convierte en el pilar económico y el comercio internacional en los auxiliares que ayudan en el engrosamiento del PBI liquidando las divisas, lo más pronto posible, en el Banco Central, y con el pago de tributos y derechos de la importación.
En cambio en nuestra sociedad esas cosas no suceden, antes bien, todo lo contrario. Aquí la evasión fiscal es considerada una “viveza criolla” y se practica con impunidad, las divisas no se liquidan sino hasta que el exportador lo considere necesario, sin tener en cuenta los perjuicios a la nación. Los aportes patronales se hacen salteados o no se hacen, se prefiere el trabajo informal, la clase media acomodada vacaciona en el exterior, la clase media alta compra en forma electrónica artículos importados, y los que se arman alguna capacidad de ahorro, lo hacen en moneda extranjera. Para que un banco otorgue un crédito al consumo se debe demostrar que no se lo necesita, y se devuelve con creces. Y así gira casi constantemente la calesita económica/política/social de este país.
Eso sí, no tenemos ningún empacho en manifestarnos contra los funcionarios. Con razón. Pero la pregunta que nunca me respondió nadie es si esos funcionarios fueron traídos por algún objeto volador no identificado y depositados sobre la faz de nuestro país, o si surgieron por generación espontánea, o si acaso, son extranjeros que se apropiaron de los cargos y las funciones.
Es que la respuesta requerida, la única que cabe, es desagradable a nuestros oídos. Es la que no deseamos escuchar, la que no queremos conocer. Porque esos funcionarios, dirigentes, gobernantes, han salido de las entrañas mismas de nuestra sociedad, han sido forjados en nuestras escuelas y facultades, con la influencia de nuestras constelaciones culturales, los hemos ungido en sus cargos por nuestra propia determinación. Es decir que siempre, unos u otros, han respondido a lo que el pueblo ha manifestado que los representa, a través de las urnas. Que así funciona el sistema democrático.
Ahora, el hecho de que hayan sido elegidos por la mayoría no quiere decir que garantice que sean la mejor opción. Hitler y Mussolini también fueron elegidos del mismo modo.
La democracia es un método mediante el cual el pueblo gobierna a través de sus representantes. Esto quiere decir que el elegido se yergue allí con el mandato del pueblo. Pero claro, no elegimos a uno solo. Elegimos concejales, intendentes, gobernadores, diputados, cenadores, un presidente. Pero después de elegidos los abandonamos a la buena de Dios, que hagan ellos lo que crean que es más conveniente, que para eso fueron elegidos. Y ahí se rompe el primer engranaje fuerte de la democracia. El pueblo nunca debe abandonar a sus representantes, debe acompañarlos, seguirlos, controlarlos. Confirmar, de alguna manera, que están verdaderamente haciendo aquello que nos interesa y representa. Hay legisladores que han pasado toda su vida legislativa presentando proyectos totalmente innecesarios o sin presentar alguno. Entonces el proceso le deja el camino libre al gobierno de turno para que haga con el pueblo lo que quiera. Y no hay ninguna prueba de que las medidas adoptadas por los diferentes gobiernos sean beneficiosas para los pueblos que representan, o que deban triunfar inexorablemente. Es más, diferentes gobiernos, definen de manera distinta los que es bueno y lo que es malo para el mismo pueblo.  ¿Por qué el pueblo debe aceptar las determinaciones del gobierno como oveja boba?
Esta pregunta también se la han hecho los candidatos, y a través de los tiempos han encontrado una única respuesta, que es recostarse en los medios de comunicación, y armar las campañas tal como si se tratara de un producto, al cual le construyen un packaging atractivo, un jingle pegadizo, y un slogan que posicione. A partir de ahí, todo lo demás se trata solamente de una campaña publicitaria, nada diferente de las que se hacen para vender un chicle, una gaseosa, un pantalón o un paquete de cigarrillos. Desde ahí y con la certificación de haber obtenido resultados positivos, los mismos titulares de medios vieron y comprobaron el poder que habían obtenido, y establecieron la maniobra. Esta consiste en considerar al mensaje o relato como una especie de infección o parásito mental, y que los ciudadanos son solamente su anfitrión inconsciente. Mientras los anfitriones vivan y se trasladen el tiempo suficiente para transmitir el parásito, importa muy poco o nada, del destino o la suerte del anfitrión. Esta maniobra se denomina memética.
Si esta maniobra ya descripta se efectuara con un mensaje o relato verdadero desde todo punto de vista, lo cual ya es bastante difícil debido a la subjetividad, que provoca la fragmentación de la verdad conforme a las percepciones personales, estaríamos en presencia de la distribución de la información. Pero cuando al mensaje se lo trastoca semióticamente, puede manipularse el sistema de signos de modo tal que sin dejar de enunciarse la verdad, el contenido ofrezca una intencionada ambigüedad para su comprensión, la cual se deja librada a gusto y entender del receptor.
El gran enemigo de este método es el conocimiento. Diariamente vemos desmentidas de todo tipo que nos indican el uso acostumbrado de la semiótica. Si se anuncia, después del naufragio, “que arribaron a la costa 25 sobrevivientes en perfectas condiciones, pero no se dice nada de que el buque transportaba a 250 personas”, se está dejando, librada a la interpretación de cada uno, la enunciación de la verdad verdadera (la buena noticia de que hay sobrevivientes o la mala de haber perdido al 90% de los pasajeros). Del mismo modo cuando una víctima declara en los medios que el Poder Ejecutivo le ofreció ayuda para su desdicha, pero la hizo depender de la aprobación del Poder Legislativo, hay una inconsistencia clara y perversa de presión ante las deliberaciones de los camaristas, que el lector desprevenido, el ciudadano de a pié, no reconoce como tal, pero está puesta ahí para que cumpla su función memética. No importa cómo la llamemos, teoría de juegos, posmodernismo, dinámica de la comunicación o memética a secas. No hay base ninguna para pensar que el relato/mensaje es necesariamente mejor para los individuos, que por otra parte solemos tener demasiados desconocimientos para influir sobre los comunicadores y sus elaboraciones, para esclarecer la verdad en favor de nuestro propio beneficio.
Entonces, ¿hacia dónde debemos encaminar nuestros pasos, en este presente que nos abarca, para proporcionar un estado propicio para la elaboración de un futuro promisorio? En primer lugar, creo yo, hacia una autocrítica profunda como sociedad. Poder determinar quiénes somos en realidad. Si nos vamos a identificar con la sangre latinoamericana del suelo en el que hemos nacido. De dónde venimos culturalmente, y hacia dónde queremos direccionar nuestro futuro y el de quienes nos sucedan. Reelaborar la conciencia y los valores por los que deseamos dirigir nuestras vidas. Refundar la Nación en la conciencia de la fraternidad en toda la extensión del territorio. Reconstituir la sociedad aspirando a eliminar la brecha entre decíles, y establecer como irrenunciable el principio universal de que todo hombre nace libre e inocente… Digo yo, que no sé nada.-       



martes, 17 de enero de 2017

MAPUCHE: (Che/gente – Mapú/de esta tierra)



Más de cinco siglos de destrucción y obliteración cultural sistematizados han contribuido a la desaparición y extinción de los rasgos de una cultura que era propia de estas tierras. No hay excusas para quienes pudieron, desde sus lugares, tratar de frenar el abuso. Y como la historia siempre se escribe del lado de los que ganan hemos crecido en la equivocada creencia que nuestros pueblos originarios eran bárbaros, vagos, y sin inteligencia alguna. Pero la verdad que subyace en la inmensa constelación cultural de los pueblos, pugna tozudamente por salir a la luz. En un ardid malicioso llamaron "conquista del desierto" al exterminio de los poblados, al asesinato de los líderes, a la esclavización de los pueblos, al dolor de nuestros hermanos. Nadie puede olvidar que todas esas muertes fueron causadas solamente por una insaciable ambición de poder y riqueza. La pregunta es si podemos todavía tratar de reconstruir, desde nuestra realidad presente las historias de nuestros ancestros, de quienes ni siquiera sus huesos han sido respetados, para, desde allí erguirnos en nuestra propia dignidad, y en vez de discutir entre nosotros, unirnos para poder honrar la memoria de todos los que murieron convencidos que, como herederos, podíamos convertir en realidad el hermoso sueño de la libertad.
Hoy la lucha parece tener un nuevo punto de partida, otros enemigos, renovados argumentos. Pero también nosotros tenemos nuevas armas, y blandiendo normas, estatutos y convenios, podemos hacernos visibles y levantar la voz de nuestros reclamos, vayamos tras el pago de la afrenta. ¡¡¡…La tierra no nos pertenece, tal vez, pero nosotros pertenecemos a esta tierra...!!!