jueves, 22 de diciembre de 2016

NO SON SOLO PALABRAS…



Hace unos años atrás, en una entrega de premios, un periodista, haciendo uso del podio, por primera vez habló de “LA Grieta”, y eso bastó. A partir de ese momento los medios (hegemónicos) lo hicieron su tema de tapa. Lo repitieron una y mil veces, lo remarcaron, lo reiteraron en todos mensajes habidos y por haber, y así la teoría se fue “viralizando” y de repente, todos hablaban de  ella, y cuando alguien intentaba demostrar la maniobra de inculcación perniciosa empleada por los medios mencionados e involucrados, era ferozmente agredido, insultado, vituperado. Esta singular práctica se extendió por las redes sociales, sobre todo esta, entonces se fue naturalizando, al punto que si posteabas una foto con un niño pobre eras socialista, y te agredían los antisocialistas, si habían dos niños pobres y un barbudo eras comunista, y te insultaban los anticomunistas, si la imagen contenía a tres niños pobres en un comedor y dos jóvenes dándoles comida, eras de La Cámpora y te puteaban los conservadores y neoliberales, y si en vez de jóvenes estaba Margarita Barrientos, eras del PRO y te vituperaban todos los demás, incluso los del GEN y del Frente Renovador. Y eso se fue naturalizando y extendiendo. A nadie se le ocurría pensar que podías ser, simplemente, un reportero gráfico.
En un momento, cansado de soportar chicanas y vituperios en un sinsentido absoluto, desafié a mi interlocutor a que discutiéramos ideas, políticas, sociales, incluso económicas, pero con argumentos sólidos y sustentables. Que no habláramos de hipótesis de conflictos, sino de hechos probados o cuyas pruebas estuviesen al alcance de ambos. Que toda teoría utilizada pudiere ser investigada y obtenida de fuentes confiables u organismos con reconocida trayectoria, y estuviere dispuesta para consulta permanente. Y la última condición, pero que planteaba “sine qua non” era la de no utilizar insultos, ni agravios, ni malas palabras ofendiendo al interlocutor. Su respuesta no se hizo esperar “En mi muro pongo lo que se me da la gana”, dicho en otros términos. Fin de la conversación.
A partir de ese momento me detuve a pensar si era realmente así, que cada uno, en su muro, puede postear lo que se le da la gana. Me llevó un tiempo el análisis. Porque en razón del respeto por las libertades individuales uno tiende a pensar que sí. Que cada uno puede, en su muro, poner lo que desee. No obstante, en razón de los derechos de las personas sostengo que debemos ser muy cuidadosos con las palabras que seleccionamos para “publicar”, es decir hacer públicas. Porque en nuestro idioma las palabras son unívocas y tienen poder, un poder para la mayoría desconocido, y cuando toma estado público, es decir viaja libre, a través de la red, o el éter, o el aire, según el medio, el emisor desconoce por desconocimiento absoluto el itinerario de esas palabras, y por añadidura su último destinatario. Del mismo modo desconocemos qué efecto produce en el oyente, en qué estado se encuentra este al escuchar o leer nuestra palabra y qué resortes ella toca, provocando quién sabe qué reacción. Y no tenemos derecho. ¿Y estaremos, nosotros, dispuestos a hacernos cargo de tamaña responsabilidad? ¿Diremos en algún momento, desatado el conflicto, que es por responsabilidad de nuestras palabras? No. No lo haremos.
Ya que no somos capaces de sentir respeto por nuestros semejantes, sintámoslo por las palabras, y por nosotros mismos, que no tenemos la valentía de morir con gloria, por más que lo juremos en el estribillo de nuestra canción Patria… Digo yo, que no sé nada…


viernes, 16 de diciembre de 2016

FABRICANTE DE LLUVIA



Apareció en un carretón inmenso, un armatoste colorinche, con luces por todos lados. Lo paró en el centro de la ciudad y bajó un par de compuertas, levantó otra, corrió una plataforma doble, y quedó armado el escenario sobre el cual se subió a comenzar su acto. Imagínense ustedes las caras de los pobladores.

Primero inició tocando un acordeón pequeña, que casi se perdía entre sus enormes manos, y se acompañaba con una armónica que portaba en un arnés en el cuello. Bailoteó algunos pasos, y con ese simple gesto comenzó a juntarse gente alrededor del carretón.

Cuando ya se había arrimado un montón de parroquianos gritó “Tiempo Loco” y comenzó a hablar del clima, de la sequía, de la botánica, de los hemiciclos secos y de los hemiciclos húmedos. Luego comenzó a hablar de las concentraciones urbanas y la acumulación de calor, de la responsabilidad del Estado en las catástrofes naturales, y cuando todos estaban cooptados por sus palabras, extrajo, con la habilidad de un mago, una galera con la cual comenzó a recaudar los aportes voluntarios de toda la asistencia.

Yo lo miraba impresionado desde un costado, acababa de venderles a todos una tormenta. Sí, como lo escuchan. Era un vendedor de tormentas, fabricante de lluvia. Y la gente compraba…

Caramba, se necesitaba saber mucho del clima para no parecer un estafador.- 



martes, 13 de diciembre de 2016

EL EMIR



Confundido y furioso, el Emir, daba voces en la sala de audiencias del palacio, adonde se había reunido con sus dos asesores íntimos, el Asesor Negro y el Asesor Blanco.
-Te ha provocado, mi señor. Eso que ha dicho es casi una amenaza –dijo, sin titubeos el asesor negro. “¡Que lo encierren!” gritó el Emir ofendidísimo.
-Pero Señor –dijo el asesor blanco –él es un religioso y lo ha dicho desde la fe y no desde la política.
–Pero ha dicho que si de él dependiera, no habría reino –anticipó intrigante el otro asesor. “¡Que lo azoten!” agregó el Emir, ya furioso.
-¡Pero es el Obispo! –replicó urgente el asesor blanco.
-No importa. Él pone a sus fieles en tu contra. Deberías castigarlo igual, autoridad que no abusa pierde poder – sumó el asesor negro, en pugna con su par.
-Dos cosas, Emir – se apresuró a replicar el asesor blanco – En primer lugar el poder no es hacer todo lo que el poder permite, sino aquello que corresponde hacer porque es bueno para todos y puedes hacerlo. Y además nunca es bueno subestimar la altura del enemigo. Deberías convocarlo a dialogar y ver que puedes negociar con él.
           Entonces el Emir hizo una seña con la mano a su jefe de guardias y le ordenó: “Convócame al Obispo para una charla, mañana, y a estos dos, que los lleven a la plaza central y los degüellen por la nuca con una daga mellada, para que sepan quién es el Emir. 



miércoles, 7 de diciembre de 2016

CAPTURAS




Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos… escribió, alguna vez Jorge Luis Borges…
El recuerdo es esa construcción que hacemos, con algunos resabios del pasado, que han quedado dispersos en la memoria. Intentar recuperar colores, paisajes, olores, y hasta voces, que saquen el pasado a la luz en un intento de recuperarlo.
Pero cómo estar seguro de que lo que subyace en la memoria es lo que fue, y no una copia maquillada por la experiencia y el deseo. Falsificada, si se quiere, en nuestra voluntad de recordar.
Lo que recordamos nunca es exactamente la realidad. Y el recuerdo es la base de lo que somos. Entonces la historia consistiría en rescatar aquello que los vencedores condenaron absolutamente al olvido, para poder transmitir la memoria, los lugares, las marcas territoriales, desde las voces de los vencidos. De allí la necesidad de la difusión de imágenes que han servido para calificar los lugares más allá de los relatos.
Y esa captura, que para algunos sigue significando la captura del alma. Para que cumpla su finalidad vocera, tiene que retratar la belleza de los seres, de los objetos, de los paisajes. Descubrir los aspectos escondidos y manifestarlos en la lengua iconográfica de la imagen, con la misma coherencia del relato…
Entonces sí, somos nuestra memoria… Esa de la que dan testimonio nuestras fotos…