viernes, 26 de mayo de 2017

ANATOMÍA DEL POLÍTICO

Durante la dinastía Jin, en la ciudad de Kaifeng, el emperador Quin le preguntó a su nieto qué deseaba ser cuando fuera un hombre. El niño lo miró, desde sus ocho años, y le dijo “Quiero ser político, como tú, abuelo”.

Inmediatamente ordenó que se lo llevaran al General Cheng, para que le enseñara el arte de la guerra.

Cuando el niño cumplió los doce años, ordenó que lo llevaran ante el Maestro Wong, para que le enseñara el arte del ajedrez.

A los catorce, la orden fue que se hiciera docto en historia, geografía y matemáticas.

A los dieciséis años el joven se presentó ante su abuelo y le dijo, “YA estoy listo”, y el anciano lo mandó a trabajar con los campesinos.

Cuando el emperador Quin se hallaba en su lecho, sabiendo que solo le quedaba esperar el final, lo mandó a buscar. Su nieto, que por entonces tenía más de treinta años, se arrodilló junto a la cama del agonizante abuelo, y éste, con el último hilo de voz le dijo:
-“Has aprendido a ser un buen guerrero, luego has conocido las técnicas esenciales para elaborar buenas estrategias. También posees los conocimientos necesarios para dirigir la economía, pero por sobre todas las cosas, has aprendido lo suficiente para entender a quienes más necesitan de tu amparo. No es difícil ser político, lo difícil es mantenerse humano”


jueves, 18 de mayo de 2017

ESENCIA



Puedo salir y enfrentarme a esa boca negra, cuando las luces de colores se encienden. Matar o suicidarme sin que nada me pase. Puedo amar a una princesa y ser correspondido sin titubeos, o ser parte de una familia hermosa donde todos se amen y protejan. Puedo hacer volver el tiempo atrás si es que está escrito, y después escuchar los aplausos y desear que esos segundos se vuelvan infinitos…

Soy una especie de Jekyll con muchos Hyde a cuestas, y sin embargo nunca Stevenson y yo nos conocimos. Y cuando enfrento lo mundano en mi ropa de calle me siento, tantas veces, tan desnudo.

Otras veces me siento en la mesa de un bar y observo y registro, personas, modismos, aspectos, ademanes… Y tengo una relación cercana con mi espejo. Cuando otros me dicen que creer que soy uno cuando los demás ven que soy otro es estar algo loco, es él quien me contiene: -Déjalos que digan lo que quieran, que sin esa locura se desvanecería la esencia del teatro…



miércoles, 10 de mayo de 2017

CAPTURAS




Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos… escribió, alguna vez Jorge Luis Borges…
El recuerdo es esa construcción que hacemos, con algunos resabios del pasado, que han quedado dispersos en la memoria. Intentar recuperar colores, paisajes, olores, y hasta voces, que saquen el pasado a la luz en un intento de recuperarlo.
Pero cómo estar seguro de que lo que subyace en la memoria es lo que fue, y no una copia maquillada por la experiencia y el deseo. Falsificada, si se quiere, en nuestra voluntad de recordar.
Lo que recordamos nunca es exactamente la realidad. Y el recuerdo es la base de lo que somos. Entonces la historia consistiría en rescatar aquello que los vencedores condenaron absolutamente al olvido, para poder transmitir la memoria, los lugares, las marcas territoriales, desde las voces de los vencidos. De allí la necesidad de la difusión de imágenes que han servido para calificar los lugares más allá de los relatos.
Y esa captura, que para algunos sigue significando la captura del alma. Para que cumpla su finalidad vocera, tiene que retratar la belleza de los seres, de los objetos, de los paisajes. Descubrir los aspectos escondidos y manifestarlos en la lengua iconográfica de la imagen, con la misma coherencia del relato…
Entonces sí, somos nuestra memoria… Esa de la que dan testimonio nuestras fotos… 

Foto: Maximiliano Martino - 2014

viernes, 5 de mayo de 2017

SOY MENDOCINO



Soy mendocino de pura cepa, como el malbec y el cabernet suavignon. Crecí al pié de la montaña criado por la humedad del suelo, y al calor de un sol cuyano, que supo amainarme la crudeza de los inviernos.

He tenido hijos en racimo, y voy de la semilla al vino en un solo beso.

Profeso un gran amor de parra, que trepa como enredadera, y abraza hasta la sombra para acunarte al fresco en una siesta.

Creo en las hileras, como en el pan que leuda en la templanza. Y un cielo estrellado, de montaña, y un murmullo de río cristalino, son la única religión que he podido aprender mientras rezaba.

Rezaba de pié a un Dios que me enseñó mi padre, con su propia liturgia de sobremesa dominguera, y a una Diosa que trajinaba día y noche para atender los quehaceres de la casa.

Soy jarilla al viento que conoció la amistad arrasadora y perpetua desde niño. Y la entregó como supo, en perfume, a los caminos. Y así me trasladé por todos los rincones, por todas las distancias, fomentando la ausencia.

Convencido, vivo, de que un día deberé afrontar lo inexorable. Y cuando ya me encuentre entre la tierra, conjuraré mi destino de semilla y volveré a vivir en cada brote.-  



miércoles, 3 de mayo de 2017

EL ALMA DE WAKANDA



Wakanda era pequeña, pero como su nombre indicaba, poseía un poder mágico interno que no controlaba con facilidad.

Su padre era el jefe Onawa, y su madre era Chenoa. Cuando Wakanda se perdía de la vista de ambos, el jefe sabía dónde ir a buscarla.

Siempre a la vera del viejo río, rodeada de plantas y flores, experimentando mezclas con su pequeño mortero de piedra.

Wakanda va a ser chamana, decían algunos, y Cheona, como buena madre, negaba en silencio meneando la cabeza. Porque además sabía que las mezclas de Wakanda no eran para la cura, o no para la del cuerpo.

La niña mezclaba aceites y pigmentos, y con sus dedos dibujaba en las palmas los días de la aldea. La inmensa mayoría tomaba con ligereza los quehaceres de Wakanda. Ella, haciendo caso omiso a los reclamos, continuaba pintando en las paredes, las cuevas, los tejidos de las ancianas.

La historia que refiero pasó en un tiempo infinitamente lejano, y sin embargo aún pueden verse, y con valor histórico, los coloridos trazos del alma de Wakanda.  


miércoles, 26 de abril de 2017

EL RELATOR



Cuando llegaba de la escuela se ponía a hacer los deberes rápido para que la mamá le diera permiso para ir a la canchita del barrio.

Allí todos los días se armaban unos partidos hermosos, y siempre eran a partir de las veinte, que era cuando ya todos habían vuelto de la fábrica.

Generalmente, él se ponía la camiseta de su equipo y salía corriendo para el partido, mientras la mamá se quedaba preparando la comida para la cena. Pero a veces, cuando podía, lo iba a ver. Él se instalaba en el medio de la cancha, arriba de un esqueleto abandonado de soporte para tanque de agua, y con una paleta de lavarropas, viejo, de esas que parecen un embudo gigante, daba inicio al encuentro y lo relataba paso por paso.

Un día la mamá estaba enojada porque le había aflojado las notas en matemáticas y geografía. La penitencia fue clara “No hay más cancha hasta la semana que viene”.

Él lloraba desconsolado, con la cabeza hundida en la almohada, cuando golpearon la puerta. La mamá abrió y se encontró con un grupo de muchachones con cara de forajidos, de pantalones cortos y todos con la misma camiseta, que le preguntaban por su hijo. “Nada, nada” dijo ella “Primero está la escuela”

Se miraron entre sí, y el grandote, que tenía la pelota en la mano, con voz gruesa, replicó “Es la final, señora. Y el partido no se hace si el pibe no relata”