lunes, 11 de julio de 2016

DÍA DE LA INDEPENDENCIA



La semana pasada, en mi blog, por el acontecimiento de los 2oo años de la Independencia, escribí reflexionando sobre “La Patria”, su concepto, su idea, y no sobre la independencia. Entre otras cosas porque creí esperanzadamente que el gobierno lo haría junto a un mensaje conciliador de unificación y fraternidad. Sin embargo la lengua bífida del poder revanchista, a pesar de todas las manifestaciones de pueblo contra una realidad verídica, palpable, sableó fuertemente y con saña para profundizar las dimensiones de “la grieta”

Como colofón de la jornada algún mal intencionado hizo llegar a las redes sociales una foto del 25 de mayo de 2010 junto a otra del 9 de julio 2016, en Tucumán, destacando con alabanzas la ausencia de banderas políticas.

Pues no las había porque estaban prohibidas, porque cualquier identificación partidaria, sobre todo opositora, no superaba la valla de los siete mil metros que filtraba a los ingresantes. Porque no era una fiesta para todos, porque no usan banderas en sus actos sino globos, porque solo son considerados pares los que están felices, no los despedidos, ni los que no pueden pagar la luz, el agua o el gas, tampoco los comerciantes que debieron cerrar sus puertas en el primer semestre, ni los propietarios de las PYMES que ven ahogado el consumo ¿Cómo se explica la independencia con tantas restricciones? ¿Cómo se habla de lo que se debe hacer juntos mientras se colocan vallas entre unos y otros?

Tal vez elevé demasiado mis expectativas. O siego siendo un utópico infernal. Pero es que mi interés no es político, tampoco tiene banderas partidarias, sino que es abarcativo de todo lo que signifique el bien general y lo proporciones para nosotros y nuestra posteridad. Porque mientras algunos funcionarios declaran que van a dejar en el exterior gran parte de sus ahorros para resguardo de sus hijos, los nuestros van a tener que trabajar duro para pagar la deuda externa que ellos mismos están acrecentando sin medida.

Sí, es cierto, no hubieron banderas políticas, pero hubieron reyes españoles para disculparnos y militares cara pintadas que se levantaron contra la democracia, tal como si se hubiese tratado de la inauguración de la era de las amnistías.

Y no. Los patriotas de 1816 no tuvieron angustia. Fueron determinantes en declarar la independencia por amor a La Patria.


jueves, 7 de julio de 2016


INDEPENDENCIA, UN SENTIMINETO QUE FLAMEA



Uno de los sentimientos, de las emociones, que se rescatan de manera indiscutible, desde los últimos años, está íntimamente relacionado con la pertenencia y el origen. Se volvió magia sentir el orgullo de ser argentino y demostrarlo públicamente. Cantar el himno a gritos, llorar ante los símbolos patrios, desear exponerlo, sacarlo, envolverse en celeste y blanco. Con nobleza creo que ese fue el propósito de aquellos hombres, los de 1816, los que ya estaban signados, elegidos, y hasta el día de hoy, cuando abrimos un libro de historia conservan su etiqueta, “Los Patriotas”
No obstante durante años las fechas patrias solo han servido de excusa para desempolvar y sacar a relucir símbolos que a veces ni siquiera recordamos lo que representan. Infinidades de veces al escribir la palabra “Patria” nos pareció un abuso de semántica y la cambiamos por otra, como país, nación o comunidad.
Todo eso cambió, en un esfuerzo se logró que el pueblo se sintiera hijo y padre de esta Patria, el bicentenario de la revolución fue la muestra palpable del sentir nacional y patriótico de la argentinidad que formamos. Sin duda nos sentimos libres ¿Del mismo modo nos sentimos independientes?
Dependencia, independencia, autodependencia. Es menester primero entender qué es la Patria, para luego determinar si somos independientes. En estos días, después de haber hablado con muchas personas, de haber agotado los recursos para desmenuzar el tema y llegar a lo más íntimo del concepto, sólo me quedó la conclusión de que la patria es un largo afecto, como un amor inconcluso. Calles que te hacen retornar, caras que te hacen añorar, perfumes que te hacen acordar, alguna tarde que te emociona. Y lo demás un invento, un temido invento que transformó a la patria en una excusa. Quizás la excusa exacta para matar, secuestrar, o dejarse matar. Los que vivimos la horrible década del setenta pensamos en la guerrilla y recordamos “Patria o Muerte”, esa era su consigna. Mientras que los militares hacían aparecer los cadáveres de los guerrilleros con una leyenda que decía: “Patria, Dios o Muerte”. Esto me hizo pensar en que la patria de los guerrilleros y los militares era la violencia.
Me asusta, ahora, pensar en la idea de desafectar al pueblo de un sentimiento tan puro y tan bonito para dejarlo, otra vez, en manos de especuladores y manipuladores.
No puede ser la Patria la violencia, debe haber otro concepto.
Alguien, en medio de las tantas charlas que mantuve, dijo a la sazón: “La patria es un invento de la pasión del hombre para dividir las naciones”. La frase quedó dando vueltas en mi mente por varios días con sus noches. La patria como un invento de la pasión. Y no sé por qué extraña causa comenzó a dibujarse en mi imaginación la figura de hombres apasionados en sus vidas, como Martín Fierro, o más notablemente Juan Moreira, quien encierra en su apellido, anagramáticamente, su destino. Moreira morirá, y será un héroe de una legalidad que no es la jurídica, sino la honorable y buena ley del duelo, para la que había que ser bien hombre. Este personaje transcurre toda su historia brincando entre el malvado sanguinario y el justiciero popular, de la manera más injusta. Sin embargo, pese a su inadaptabilidad, Moreira tiene la virtud de la sumisión, reconoce la jerarquía, y es aprovechable por el lado de su fidelidad perruna a un amo hábil como el Dr. Alsina, quien “podía dominarlo con la expresión de la mirada”, porque en él, el gaucho, el héroe, creía estar custodiando los mejores derechos de su gente y de su patria.  Nunca imaginó que el costo político fuera terminar con su propia vida como ejemplo de exterminio del vandalismo nacional.

Y seguramente Moreira entonces, ustedes y yo ahora, coincidimos en la pregunta ¿Cuál de los dos era la patria?
Tal vez los dos. O tal vez sólo sean una consecuencia de ella, como militantes comprometidos con una causa noble, y por ello es que se autodenominaban patriotas, cuya orden que mandaba arriesgar sus vidas era ¡Viva la Patria!
Porque en los campamentos, cuando el centinela detectaba una presencia sospechosa gritaba: ¿Quién vive? y la respuesta correcta, el salvoconducto que permitía seguir avanzando era: ¡La Patria! Las fiestas mayas eran, por antonomasia, las fiestas patrias; y el mayor elogio que podía hacerse a un hombre público era decir que era un patriota. A tal punto la idea de Patria incluía a todo aquello que fuera benéfico o común a todos, que las escuelas del interior que eran sostenidas por el Estado se llamaban “Escuelas de La Patria”. Y los caballos orejanos que se incorporaban al Ejército se denominaban “Caballos Patrios”. Patria era, pues, un concepto amplísimo, abarcativo de todo aquello que se sentía como propio. Por eso es difícil entender el oxímoron “La Patria es el otro”
Y si decimos que patria es ese patrimonio heredado de nuestros padres (Caprichosa la común etimología de los tres vocablos: patria, patrimonio, padres) obliga pensar entonces quiénes fueron los dueños de la patria ¿Y quién es más dueño que el hombre originario de este suelo? Que fue perseguido, acorralado y devastado. Ese que desde su cultura aseguraba que “la tierra no pertenece a los hombres, sino que son los hombres los que pertenecen a la tierra”. Ese, que junto con su gente se hermanaron a los valles, a los ríos, a las montañas y no entendían de límites políticos, ni de aduanas, ni de fronteras. Señoreaban este suelo con la arrogancia y el orgullo de ser hijos de él. En definitiva el orgullo que debe sentir el auténtico patriota. Pero no utilizaban este término, no lo conocían, eran de Norte a Sur y de Este a Oeste una sola nación. Todos hijos del Sol y de esta “Pacha” (que traducido significa “Tierra”), hijos del mismo matrimonio, por lo tanto hermanos, viviendo con la armonía y las convulsiones de toda familia.
Hasta que un día llegaron los barcos llenos de hombres, de pelo amarillo, envueltos por todos lados, con sus perros cazadores y la peste. Como ellos mismos los definieron. Y conquistaron, y dominaron, y marcaron límites, y pusieron nombre a los territorios dentro de esos límites, y distribuyeron jerarquías, y con su pasión dividieron las naciones en pequeñas patrias que seguramente ellos habrán jurado, y hecho jurar, defender hasta la muerte ¿Pero, la muerte de quién?
Y aquí nos volvemos a preguntar cuál de los dos era La Patria.
Hoy la vida quiere que la pregunta resurja para ver si se encuentra la respuesta.
¿Entonces cómo vamos a entender qué es “La Patria” si toda esta aculturización del siglo XV sólo sirvió para obliterar el normal proceso de desarrollo de los verdaderos hijos de este suelo? Hoy ni siquiera nosotros sabemos de qué lado estamos, y mientras dudemos y no averigüemos si estamos con los que ganaron o con los que perdieron, no podremos hablar de Patria, y seguiremos admirando a los que enfundan sus proyectos en la etiqueta del patriotismo (Hitler, Hussein, Videla, Galtieri con Malvinas) sin darnos cuenta que hay otros: Sábato, Borges, Cortázar, Favaloro, que nunca sintieron la necesidad de envolver sus formidables aportes a la humanidad en envases patrióticos.
Es hora, a doscientos años de aquel 9 de julio de 1816, no solamente de hablar de independencia, tema que nos llevaría extensas horas de debate, sino de reivindicar los valores absolutos de este pueblo, para lo que lucharon los patriotas, ya que son lo único auténtico que nos une a aquella fecha, y que nos podría dignificar el sentir patriótico escondido, no en las grandes y magnas obras de los dirigentes entre comillas, que no se animan a jurar por ella, sino en su proyección de la idea de Patria, porque mientras el mundo se ensancha en mercados, a veces volver a lo pequeño, a lo propio, es una forma de engrandecerse, y plantear desde ahí la independencia.


 

lunes, 4 de julio de 2016

NADIE VENDÍA LOS CHORIPANES...



                  Hacía frío. Llovía. No la lluvia de inversiones, pero llovía. La neblina estaba alta, si bajaba era posible que el avión no aterrizara, pero no bajó. Miraba para todos lados y había gente que , como yo, se soplaba aliento en las manos, y se las restregaba entre sí para calentarlas. Algunos, los menos, encendían un cigarrillo con el mismo fin. Vestidos de invierno, con bufandas, gorras y guantes de lana. Con camperas de colores oscuros, gabanes de lana gruesa. Nadie se fijaba en la marca, la lluvia había amainado y garuába, pero el frio...

              No puedo precisar en qué momento comenzó a llegar más gente, pude ver a muchos pero distinguí a un matrimonio mayor con el mate, calentito, venían del brazo, detrás de ellos toda un afamilia, con chicos también abrigados hasta los pelos, algunos traían banderas argentinas (No había nadie con globos), una parejita de novios muy acaramelados se sumó al gentío. En un santiamén éramos un millar, de todas las edades. El frío había disminuído por el calor que aportaba cada uno. Esos treinta y séis, treinta y siete grados irradiando humanidad habían comenzado a hacer amable la estadía. Yo miraba buscando los colectivos, pero no los vi. Había un murmullo que a medida que llegaban se acrecentaba, como el calor. Y ya comenzaron las preguntas y las charlas, cada uno identificándose con el otro y sintiendo la pertenencia.

                Había un viento que calaba hasta los huesos, pero la lealtad no respeta barreras, es una demostración de amor incondicional y a prueba de todo mal, y estaba allí como leit motiv. Por los comentarios, cualquier desprevenido pordía acertar en que todos los presentes la estábamos pasando mal, por una razón u otra. Sin embargo los rostros lucían una gigantezca sonrisa de "fumando espero... a la mujer que quiero".

                      Los comentarios se reiteraban de uno en otro, que los tarifazos, que el alquiler, que las espensas, los desocupados y los despidos, la caída del consumo, que nadie llega a fin de mes. Y cada tanto se intercalaba la frase "¡ya no hace tanto frío!". Y si éramos un montón, pegados, codo a codo, hermanados y contentos. Nadie nos había llamado pero estábamos allí por la nuestra, para no esperar, para demostrar... Teníamos hambre. Hambre y sed de justicia, pero sobre todo hambre. Habíamos llegado temprano, nadie había cenado... Y nadie vendía los choripanes...

viernes, 1 de julio de 2016


CARENCIA



Escribo desde la carencia. Sí, porque noto que me faltan cosas y quiero compartirlo con vos, contártelo a vos. Desconozco si vas a querer hacer algo, de veras lo ignoro. Si me preguntás, sí quiero que hagas algo, no por mí, por vos, por otros, por todos. Hace mucho que estudié periodismo, y mis profesores eran personas con trayectoria en los medios y los claustros educativos, y se empeñaron en que entendiera el significado de objetividad, hasta que me tocó entender que nada es tan así. Pero bueno, tampoco la vida se maneja con los principios y valores que me enseñaron mis padres, ya no, ni la historia resultó ser como la aprendí en la escuela. No obstante continúo transitando la vida pregonando lo aprendido antiguamente, es decir que así eduqué a mis hijos. Pobrecitos ¿Cómo los tratará la vida a partir de eso?

¿Vas entendiendo? Impresiona ver de qué manera confunden y dividen. Convencieron que robar plata del Estado y llevársela a esconder al exterior es lógico, y robar plata del Estado y esconderla en el patio de tu casa, debajo de la higuera, es un delito imperdonable. Y ahí se crean dos vertientes: los de la higuera y los del exterior. Hicieron ver lo horrible que es ser corrupto, pero nada se sabe de los corruptores. Persuadieron sobre la importancia del resarcimiento a los pobres jubilados judicializados, sin embargo desconocen la carrada de desempleados de los últimos seis meses.

Todo lo anterior está mal o se pudre, el plan es borrón y cuenta nueva. Cerraron programas para disminuir el gasto, la gente qué sabe. Pagaron a los buitres a costa del despojo, incentivaron a los bancos, dieron más ventajas a los aventajados y pidieron plazos, pedal, tiempo… Que pasa volando y cuatro años ni se notan…

No sé si me entendés. Las cosas no estaban nada bien, pero se vivía. Las marchas era para viajar a Miami, o comprar dólares libremente, los piquetes se hacían para disminuir ganancias. Había inflación ¡Qué novedad! Los privados llevaban cuatro años sin dar trabajo. Y esa era una lucha, que no se la llevaran afuera, que ampliaran la planta y diera trabajo genuino, pero no quisieron. Y ahora tampoco quieren. Hace años que no producen bienes sino dinero, y es lo único que les interesa. Intelectualizo todo esto sin problemas, pero no tengo herramientas para enfrentarlo ¿Ves? Esa es mi carencia, no tengo los conocimientos, ni las habilidades, me faltan mañas para combatir al cinismo y la hipocresía política. Un amigo me dijo que era un utópico, otro que era un romántico, y un tercero, sin decirme nada, me regaló el libro El Hombre Mediocre, de José Ingenieros.

                    Es cierto, soy todo eso, pero conservo en mí los fundamentos de los valores humanos, los que aprendí desde la cuna, en la primaria, luego en el colegio y los que me transmitieron mis profesores en periodismo. Tener todo esto vigente es mi carencia.