miércoles, 22 de agosto de 2018

FUTURO
 
 


Entender las especulaciones del destino, o la política de Dios sobre el futuro de las cosas, es tarea que por lo general les es asignada a hombres que se arrogan la prepotencia de la fe. Pero hombres al fin, colmados de profundas ambiciones y extremas mezquindades. Ahora, de ahí a pedir la “feliz muerte del papa” en pos de defensa del dogma…
Creo que nos estamos aprovechando y abusando de cierta tendencia fascista que se está reavivando en el mundo, y envueltos en envases patrióticos o dogmáticos, sacamos a pasear nuestra misantropía con donaire y frescura, como si fuera una característica bella, de la que debiéramos enorgullecernos.
Expresiones racistas, homofóbicas, aporofóbicas, se escuchan con facilidad en los centros sociales más distinguidos, se leen entre aforismos en las páginas de los diarios, y se presumen en las acciones de gobierno. Se está perdiendo todo rastro de humanidad y civilidad del género. La raza ha evolucionado desfavorablemente.
Hoy ya no es secreto que casi nadie lee un libro, o un diario, o una revista. Las redes sociales nos han cautivado velozmente, han copado la parada, y junto a la epistemología, la semántica, y la memética, nos inculcan y nos programan para direccionar nuestros pensamientos tanto como nuestras decisiones.
Seguramente la historia va a hablar de este fenómeno globalizado cuando ya seamos apenas un recuerdo. Y a quien le interese la antropología sabrá que este siglo se ha caracterizado por ser el más inculto, el menos instruido, y que la sociedad que lo transita ostenta, con un orgullo abominablemente depravado, la ignorancia de las leyes, la desobediencia de las normas, y el desconocimiento a la autoridad.-
 
 


miércoles, 15 de agosto de 2018

VIENTO
 
 
 
“El amor, a veces, es contundente como una montaña, y otras, efímero y cambiante, como el Sahara” solía decir mi amigo Balt-Hazar-Amen-Abar, que estaba enamoradísimo de Eduina Lunge, una actriz del elenco estable de la Junta Barrial de Gobierno.
El árabe fue a ver todas las obras en las que ella participó. Todas las funciones. Siempre. Y le hacía llegar, cada noche, anónimamente, un ramito de flores. Era la firma de su presencia. No obstante ello, jamás se animó a hablarle.
El día del viento fuerte, se la encontró de casualidad en una esquina, y ella le dijo que se iba a probar suerte a Hollywood. Él la miró enmudecido. El viento levantaba polvo y tierra que se metía en los ojos, la boca, las orejas, y fue aparentemente eso lo que lo hizo lagrimear.
Ella lo observaba insistentemente, esperando una reacción, cuando el viento arremetió, repentino y violento. El tierral hizo que se perdiera la visibilidad. En ese momento, con todas sus fuerzas, le confesó que era él el de las flores, que la amaba, que no había paraíso posible en su ausencia, y que de ser necesario la seguiría por el mundo entero, ya que de la ausencia surgen las necesidades.
El viento se calmó, la tierra se disipó, pero ella ya no estaba.
Nunca sabremos si se fue en ese preciso momento, o no alcanzó a escuchar ni una sola palabra…
 
 


miércoles, 25 de julio de 2018

PELÍCULA
 
 
Hoy recordé que hace aproximadamente veinticinco años, leyendo a Lacan, me topé con una frase que me impactó: “La verdad tiene la misma estructura que la ficción”
Me resultó inevitable ponerme a pensar que nos construimos a partir de esos recuerdos que consideramos son la verdad de nuestro pasado, y que entonces puede no ser así, sino que surgimos desde una ficción, una fantasía, creada por nosotros mismos, a partir de un deseo, o para reemplazar una realidad que nos resultaba desagradable.
Lo cual querría decir que nos erguimos desde una verdad presunta, que somos la resultante de la mentira…
Entonces, las conversaciones con nuestros hijos, nuestros alumnos, nuestros discípulos, todo aquello que hemos intentado transferir, carecería de fundamentos verdaderos, porque las circunstancias nos demostrarían que nuestra creencia se ha visto condicionada, porque no hemos sabido guardar testimonio real de nuestro paso por el tiempo.
¿Y de qué modo podría lograrse eso?
Se me ocurrió que abusando de la tecnología podríamos colgarnos una cámara de video en la frente, o en el pecho, y grabar las veinticuatro horas de cada día de nuestra vida. Y así podríamos lograr, cada uno, tener testimonio cierto, de nuestro pasado verdadero, porque cada uno tendría, al final de sus días, su propia película…
Y entonces recordé que por la misma época había leído también a John Lennon, de quién también me impactó una frase: “Cada uno vive su propia película, lo malo es cuando te obligan a participar en ella”
 
 


miércoles, 11 de julio de 2018

COMO HORMIGAS
 
 
 
Marchaban buscando un espacio mejor para el asentamiento. Casi no tenían bienes, y sus casas las levantaban en un santiamén, con los materiales que les proporcionaba la naturaleza. De ella lo habían aprendido todo. Barro, paja, un par de troncos, alguna que otra piedra, y ya estaba la casa levantada. Como las hormigas.
Mirando al cielo se dieron cuenta que pronto llegaría la tormenta, así que se dividieron en grupos, y entre todos hicieron lo que debía hacerse para estar todos bien. Unos se encargaban de la comida, otros de las construcciones, otros de tejer las pajas para fortalecer los techos, y así... como las hormigas…
Para cuando comenzaron a caer las primeras gotas ya tenían donde guarescerse, alrededor de un fuego, mientras se disfrutaba la comida. Todos juntos, vivían, se reían, comían y dormían. Como las hormigas.
Para otros eran incivilizados, y los perseguían hasta perderlos, desaparecerlos, invisibilizarlos… matarlos. Eso sí, ante el peligro, resistían como las hormigas, todos juntos, y si había que morir, todos juntos se morían, como las hormigas…
 
 



domingo, 24 de junio de 2018

MI ENCUENTRO CON EL DIABLO
 
 
Harto de sentirme una deplorable excusa del azar en esto de desestructurar los rulos del destino, me refugié en el Club Fortín Carrasco con el pretexto de comerme un familiar de milanesa, con un liso de tinto, y soda.
No había más de tres mesas ocupadas por ancianos abúlicos y silenciosos, que cuando entré me miraron con la tristeza de un domingo lluvioso a la nochecita, aunque era un jueves de sol al mediodía.
De todos, el que más me llamó la atención, fue uno de largos cabellos bien blancos, mal peinados hacia atrás, que desde su lugar sugería tener todo controlado, a la vista. Me miró con los ojos celestes casi transparentes, y se sonrió con mucha mansedumbre, transmitiendo calma y tranquilidad, como si supiera de mi desolación tras la partida de Laurel. O al menos, así lo sentí yo.
Cuando llegó mi pedido a la mesa, un hombre joven, de unos cuarenta años, o menos. Muy bien vestido. Con traje y sobretodo impecables, un elegante sombrero de fieltro, unos finísimos zapatos italianos y guantes de cabritilla, que ingresó al club sin mirar a nadie, se dirigió con paso petulante, a la mesa de este simpático anciano, y se sentó de frente a él con gesto desafiante. Inmediatamente detrás entró Balt-Hazar que se sentó a mi mesa hablándome de modo desenfadado pero sin sacarle la vista de encima a este recién llegado.
-Sin dudas lo he visto en otro tiempo, en otro lado, y en otras circunstancias -me dijo refiriéndose al trajeado.
Le resté importancia a sus dichos, curioso por saber por qué estaba sentado en frente de mí. Y mi gesto debe haberle sido muy elocuente, ya que ahí nomás me reclamó “lo anduve buscando, nunca me hubiera imaginado que se escondería acá”. Como si hubiésemos celebrado algún pacto previo, o nos debiéramos reportar los paraderos, cuando en realidad solo nos habíamos visto aquella vez en que me entregó la esquela de Laurel.
Con una seña pidió que le sirvieran un café, al que le agregó un chorrito de ginebra, de una petaca que extrajo de un bolsillo interno de su gabardina.
Mi silencio, más inquisidor que cualquier pregunta, quiso que no se detuviera en decir, y dijo: “Usted no está entendiendo. El reencuentro con Laurel va a ser fortuito, no siga buscándola. No comprende como funcionan la suerte, el azar, y el destino. Les otorga a los tres la misma jerarquía, y no es así. En la vida hay puentes que hay que cruzar, y otros que hay que quemar. Usted los está quemando a casi todos” Se bebió el café de un trago y se fue arrojando sobre la mesa un billete de cincuenta pesos.
En ese momento sentí que yo era apenas una duda navegando en la inmensidad de la vida, una broma inoportuna del destino, un arpegio en Sí disminuido…
EL hombre del traje, que había estado discutiendo con el anciano, vehementemente pero con respeto, con enojo aunque sin elevar la voz, como quien discute con su jefe o con su padre, al retirarse del club se detuvo delante de mi mesa para decirme:
-“El mundo es de una variedad tan grande, que mancomunados, todos somos fundamentales, pero aisladamente somos insignificantes. Y la vida es algo demasiado inmensa como para pretender abarcarla desde la individualidad. Déjese ayudar. Acabo de discutir con mi padre para que lo haga, él tiene el poder que yo no”  
Y se fue dejando en mí la sensación de que nuevamente el azar me obligaba a participar de un juego en el que todos conocían las cartas de mis manos, menos yo.
Pensé por un momento, por su manera de vestir, su mística al hablar, y su forma de comportarse, que podía tratarse de un mago, un ilusionista, uno de estos fabricantes de tormentas que nunca te permiten confirmar si te engañan o te hacen creer. Pero debo admitir que poseía algo cautivador en su manera de decir.
Me sorprendió ver al anciano parado al lado mío, que me saludó con tono de terapeuta comprensivo y me pidió permiso para sentarse a conversar…
No terminaba de comprender un hecho, que comenzaba otro aún más extravagante. Sin temor a parecer malhumorado le espeté
-Perdóneme, pero ¿cómo debo llamarlo?
-No se preocupe por eso, no tiene ninguna importancia. No creo que formalicemos ningún tipo de vínculo. Solo estoy respondiendo a una solicitud de mi hijo, que no quiere hacerse cargo. Pero va a tener que prometerme silencio eterno. ¿Está de acuerdo?
Ni siquiera le respondí. Él dio por sentado que las cosas eran como él quería que fueran, así que sin espera comenzó a enumerar.
-“Para empezar tendrá que aceptar mi ayuda sin preguntar nada. El resto va por cuenta mía. Le voy a hacer entrega de un instrumento mágico en extremo potente, como una llave, que cargaré en una ceremonia secreta. Después le voy a revelar dos secretos ancestrales relacionados con el mundo invisible. Y por último le voy a dar a conocer una combinación secreta que abre las puertas del destino, para que su deseo se concrete más rápido. Aunque solo podrá usarla una vez”
Miré a mi alrededor desconcertado, sin saber cómo hacer para desarmar el silencio. Presentí que por más que hiciera todo eso ya no volvería a verla, y tuve miedo. Por primera vez la incertidumbre y la aventura me dieron miedo. El anciano me miró con dulzura y se sonrió.
¡A veces no está bueno que el Diablo se ponga de nuestro lado!
 

COLORES
 
 
Si vos te pararas en el mismo lugar, a la misma hora, de la persona que capturó esta imagen ¿De qué color hubieras hecho la bandera?
Quizás Manuel recordaba una imagen similar y pensó que esos debían ser los colores de La Patria.
Claro, él fue muchas cosas, menos pintor. Pero como era militar se le ocurrió que su ejército debía tener una bandera, identificarse con un blasón… No lo sé, se me ocurre a mí, desde lo más humano. Y ahí la fue a ver a Doña Catalina. Y ella, pobre, que era una buena amiga del General, y daba todo por la gesta que emprendía Manuel, confeccionó una bandera con los colores que él le había descripto.
Qué sé yo, a lo mejor no fue así. Pero es lindo pensarlo, quitarle el protocolo y hacerlo más paisano, más a nuestro costado. Más en un puño.
La hizo jurar a su artillería en las barrancas de la Villa del Rosario, a orillas del río Paraná.
A Don Cosme se le caerían las lágrimas izándola, pienso…
Pero es lindo verla flamear alta en el cielo, se le ensancha el pecho a uno, y te dan ganas de gritar…
Gritar. No sé ¡VIVA LA PATRIA!
Digo yo, que no sé nada…
 
 


viernes, 18 de mayo de 2018

COMETA HALLEY

 
-Hechicera, bruja, maga, sacerdotisa, adivina. ¡Pero hada…! No, Laurel, no. Solamente en la cabeza de los niños o de algún negado a madurar con síndrome de Peter Pan…
-¡Te negás a lo evidente! –me recriminó mi amiga Laurel, molesta porque no lograba convencerme de que había conocido a un hada –por eso estás siempre así: pensativo, melancólico, taciturno. El día que abras tu cabeza y entiendas que hay seres mágicos que nos rodean constantemente y nos cuidan, cuidan nuestro ánimo, vas a abandonar ese silencio pachorriento que te rodea –espetó con bronca.
Laurel transitó Echesortu muy poco tiempo, no podría precisar cuánto pero su manera de ser, chispeante, vivaz, andariega, me permitió presumir desde un principio que su compañía sería tan fugaz como el paso del cometa Halley. Su espíritu inquieto hacía que de buenas a primera desapareciera con su mochila en busca de un nuevo destino, que nunca sería definitivo.
Y después de esa discusión pasó.
Pero la vida siempre intenta mantener equilibrado el fiel de la balanza, así que por contraposición apareció el árabe repartiendo cartulinas caligrafiadas, de derecha a izquierda, con signos inentendibles que él traducía como frases o poemas de amor, a las mujeres que detenían sus vehículos en los semáforos de Mendoza y Avellaneda, por unas cuantas monedas.
Cuando me vio se sentó a mi mesa y sacó de uno de los bolsillos de su gabardina una esquela que Laurel le había dejado para mí:
“Querido amigo:
Es muy corta la vida y muy grande el mundo para permanecer en un solo lugar. He intentado encontrar las palabras correctas para despedirme pero no existen, y ya es tarde para salir a buscarte por Echesortu. Guarda todos los abrazos no dados, y todas las palabras no dichas, porque he decidido tomar el camino opuesto, y considerando la redondez del planeta, es seguro que volvamos a encontrarnos. Aunque no seas el destino, sino un punto de paso.
Hay un mundo distinto que se construye, aunque te niegues a verlo, y Dios lo recorre a veces, para distraerse.
Estas palabras serán olvidadas antes que nadie más pueda leerlas.
                                                        Laurel”
Cuando despegué los ojos de la nota, Balt-Hazar ya no estaba.
Hay quienes sostienen que ella conocía la ubicación de la cortada sin nombre, que era desde donde se accedía al portal del tiempo. No lo sé. Pero su intempestiva partida me apenaba.
Por aquella época, en Echesortu, una niebla intensa invadía el barrio a la caída del sol, para abandonarlo al amanecer del día siguiente. Así que era común, y de ahí debe haber quedado la costumbre, saludar a todos los que pasaban, porque solo se veían sombras y no se distinguían los rostros. Yo solía buscar las paradas de los colectivos y me sentaba a mirar la gente subir y bajar de esos artefactos, sin entender qué gracia tenía seguir un itinerario preestablecido, cuando la emoción verdadera consiste en trasladarse con ignorancia del destino, como la vida misma. Y en eso estaba cuando esa pequeña bajó del 123 y se sentó a mi lado. No sé qué edad tendría. No pude precisarlo entonces, mucho menos ahora. Por momentos hablaba como una nena, otros como una adolescente, pero expresaba conceptos con la experiencia de una anciana, y empezó a hablarme de todo. De alegrías, de penas, de daños, de experiencias. Y yo me sentí tan cómodo que respondía del mismo modo, le hablé de mis cosas, mi infancia, mi gato, mis penas… mis penas… le mencioné lo de Laurel, y ella me dijo “¡qué bonito! Cuando vuelvan a verse van a tener tanto de qué hablar…”
En cuestión de segundos se metió en mi mundo y me mostró las cosas de otro modo. Todo lo que no había visto en años se me aclaró como por arte de magia. Se ganó mi confianza con sus historias, y hasta me hizo reír. En un momento posó su mano en mi hombro y me sonrió mirándome a los ojos, entonces sentí un estremecimiento y unos deseos inmensos de abrazarla y decirle gracias…Ella no se negó, por el contrario, sentí que al rodearme con sus brazos el aire que entraba a mis pulmones era más liviano.
-Ahí viene mi colectivo –me dijo –pero tranquilo, que siempre que me necesites yo voy a estar, solo me iré cuando ya no te haga falta…
Ya trepada al estribo, como una adolescente me gritó: “Laurel me pidió que te viera. Mi nombre es Maia, soy tu hada…”
Desde entonces recorro las paradas de los colectivos en Echesortu, con añoranzas de su compañía y esperanza de reencontrarme con Laurel, considerando que hay personas que pudieron observar el paso del cometa Halley dos veces en su vida.

 


domingo, 13 de mayo de 2018

NANTERRE, DONDE TODO COMENZÓ
 
¿Quién nadará hoy en la piscina de la Universidad de Nanterre? ¿Se escucharan los gritos de las barricadas por el Barrio Latino? ¿Dónde habrán ido a parar los estudiantes apaleados por la policía en la plaza de la Sorbona? ¿Adónde los más de diez millones de trabajadores, en toda Francia, que se unieron a la huelga general? Todo está guardado en la memoria, diría Gieco…
Se cumplen cincuenta años de la cadena de protestas que se llevaron a cabo en Francia entre los meses mayo y junio del año 1968. Una efervescencia romántica y revolucionaria, originada a fines de marzo de ese mismo año, por grupos estudiantiles que se manifestaban en contra de la guerra de Vietnam, y que buscaban cambiar la mentalidad del poder intentándolo con la reivindicación del feminismo, de la libertad sexual, del ecologismo, el respeto a las minorías, y el pacifismo. Dentro de un contexto económico con serios síntomas de deterioro, desempleo, crisis industrial, bajas de salario, ya que más de dos millones de trabajadores cobraban el salario mínimo interprofesional, sintiéndose excluidos de la prosperidad.
El contexto político tampoco era positivo, el mundo sufría una serie de cuestionamientos del sistema de dominación europeo y de Estados Unidos sobre los territorios coloniales o recientemente independizados. En Francia estos movimientos tienen su génesis durante la guerra de Indochina y Argelia. La figura de De Gaulle padece un desgaste muy palpable, y sus prácticas autoritarias sufren cada vez más críticas.
Los jóvenes se convierten en una categoría socio-cultural, siendo reconocidos como un actor social capaz de establecer procesos de adscripción y diferenciación con los adultos dentro de movimientos contraculturales, como la cultura underground, beatnik, y el movimiento hippie.
En el plano filosófico, obras y autores tuvieron una influencia muy fuerte. Herbert Marcuse, con El hombre unidimensional, Guy Debord con La sociedad del Espectáculo, Pierre Bordieu y Jean-Claude Passeron con “Les étudiants et leurs études” donde hacían una crítica ácida al sistema educativo francés y sus mecanismos de reproducción social.
Todos estos sucesos sumados a la huelga general de trabajadores, que había comenzado con los mineros, pero luego, de a poco, se fueron sumando los trabajadores de Sud Aviation, Renault (bajo la consigna “queremos tiempo para vivir”), Flins, los del carbón, del transporte, gas, electricidad, correos, radio y televisión, astilleros, agricultores, etcétera. Llegaron a ser más de diez millones de trabajadores cortando los accesos a la ciudad, tomando las fábricas, controlando los precios de los productos ofrecidos en las tiendas que no se adherían a la huelga. Ponían verdaderamente de manifiesto la ausencia de autoridad del Estado, y el vacío de poder.
La población francesa demostraba así que no era De Goulle y su generación los que podían llevar a cabo la reforma social y política que necesitaba el país. El cambio fue mucho más profundo porque mostró un rechazo por las estructuras políticas vigentes, incluyendo los sindicatos y partidos ya existentes. Y toda Europa occidental enterró definitivamente el modelo de liderazgo personalista que hasta ese momento había marcado la Quinta República Francesa.
Estos sucesos, que quedaron grabados en la historia mundial como “EL MAYO FRANCÉS”, se encuadran dentro de una ola de protestas protagonizadas, principalmente, por sectores politizados de la juventud. Y comenzaron con la disconformidad con normativas internas de la Universidad de Nanterre. Recorrieron el mundo, y se extendieron ampliando la escala del antiguo refrán del siglo XIX que decía “Cuando París estornuda, toda Europa se resfría”.
Todavía subyacen en la memoria las consignas que a modo de grafitis ilustraban las paredes de toda Francia:
“SEAMOS REALISTAS: PIDAMOS LO IMPOSIBLE”
“PUEDEN CORTAR LAS FLORES, PERO NO IMPEDIRÁN LA PRIMAVERA”
“PROHIBIDO PROHIBIR”
“SOY MARXISTA DE TENDENCIA GROUCHO”
“EXAGERAR ES EMPEZAR A INVENTAR”
“LA POESÍA ESTÁ EN LAS CALLES”
“LA IMAGINACIÓN AL PODER”
“CORRE, EL MUNDO VIEJO TE PERSIGUE”
“EL ESTADO ES CADA UNO DE NOSOTROS”
 
“…La memoria despierta para herir a los pueblos dormidos que no la dejan vivir libre como el viento…”
 
 


domingo, 15 de abril de 2018

ANSIEDAD
 
Había recibido como gracia divina ese racimo de uvas, cuya característica, entre otras, consistía en que por cada grano que Ernestina comía, crecía su ansiedad y deseo por comer otro más.
Contó las melescas, totalizando un cómputo de veintinueve mil novecientas treinta, y concluyó que si comía una por día demoraría ochenta y dos años en terminarlas. Al cortar la primera observó que cada grano retoñaba en el racimo, esto reconfortó su duda anterior.
Lo que descubrió, a muy temprana edad, es que al cortar el último grano encontraría la muerte.-
 
 


domingo, 25 de marzo de 2018

¡HE VISTO A UN HOMBRE!
 
 
 
He visto a un hombre caminar silencioso por la mediocridad con los conocimientos de un grande. Su consiente no está al tanto de la chispa que duerme en su alma. Su espíritu se retuerce a la voluntad de su entorno y lo aparta ahora de sus sueños. Él no sabe. Como si tuviese los ojos cegados avanza hacia un destino predecible.
Deja huellas y lo ignora porque nunca mira para atrás. Tiene la mirada fija en el camino. No se anima a abrir un sendero. No se da cuenta que los caminos están trazados para que cualquiera los transite. No se da cuenta que él no es cualquiera.
No sabe adónde va, cree que avanza. ¿Pero puede avanzar aquel que camina en círculos? No acepta que lo ayuden porque no se considera digno. Su mente no le muestra las herramientas, lo mantiene como en una habitación cerrada y a oscuras.
Necesita ser abierto. Que algo lo parta al medio y le muestre su centro. Debe asentar sus ideas y encontrarse a sí mismo.
He visto a un hombre vaciarse de darlo todo, y aún así mantener su corazón latiendo una esperanza. Llorar en soledad para no molestar con su tristeza.
He visto a un hombre desafiar al destino sin saberlo y llegar más allá de su alcance ignorándolo todo. Lo he visto rezar a su Dios y pedir por terceros. Ser el único en lograr la cima y sentirse solo. Mirar al abismo y saberse observado por él.
He visto a un hombre amar hasta el desgarro y no hablar de su dolor. Sufrir el derrumbe de su mundo y volver a comenzar la construcción con ladrillos caídos. Lo he visto vencer su orgullo a pesar de sus conquistas. Salir al combate desprovisto de lanza y espada y enfrentar la batalla solo con la verdad como escudo.
He visto a un hombre abrazar a su recién nacido y ofrecerlo al mundo no en sacrificio. Lo he visto tomar todo aquello que le fue otorgado y mejorarlo para su descendencia.
¡He visto a un hombre!
 
 


martes, 6 de marzo de 2018

EL ÁNGEL DE LOS PECADORES
 
 
 
Nació de una madre imperfecta que amaba por horas en un lupanar de Pichincha, y de un padre anarquista que hablaba de Dios como de un aliado. Era el Ángel de los pecadores, que zapateaba, de noche, en una peña salteña de la calle Laprida, y de día ofrecía, puerta por puerta, “La Guía Espiritual para Encontrar el Camino hacia la Paz Interior”
La pregunta que todos nos hicimos fue ¿Qué hacía en Echesortu? La primera vez que lo vimos se abría paso entre la gente, en la esquina de Mendoza y Avellaneda. Fue sorprendido por una mujer que tomándolo del brazo le rogó “venga, hable con el hombre, capaz usted lo convence”. Es que justamente, el gentío se había producido debido a un chino que amenazaba con suicidarse. El motivo no lo entendía nadie porque el tipo hablaba en su idioma, pero tenía un revólver apuntando a su cabeza así que eran claras las intenciones.
Estaban las cámaras de los canales 3 y 5, y los micrófonos de la 2, la 3, la 8, en fin, los cronistas agitaban con fervor la primicia de semejante suceso, hasta que el Ángel se acercó al suicida, le habló al oído y éste depuso su voluntad.
El árabe, ni lerdo ni perezoso, le hizo señas para que se sentara a nuestra mesa, hecho que no cayó muy bien a Norita ni a la Señora Carlota, que rascándose la barba, lo miraba fijo con la ceja izquierda levantada, y eso, sabíamos, no era un signo de aprobación, antes bien, todo lo contrario.
La pregunta obligada fue, sin duda, qué le había dicho al chino. A lo que respondió: “Que posiblemente todos pensáramos igual que él, pero que no era bueno darle de comer a la gilada”. Y en ese momento se paró como queriendo saludar a alguien que viajaba en un taxi que doblaba por Avellaneda hacia Mendoza.
-¿Lo vieron? –Preguntó. Aclarando luego – ¡ese hombre se parecía a mí…! Y se levantó como queriendo gritarle algo.
La Señora Carlota, sabedora de las intrigas que El Ángel de Los  Pecadores era capaz de forjar, promoviendo amores prohibidos y clandestinos, sin ninguna contemplación, se lanzó a saber cuál era su interés en nuestro barrio. A lo que él solo le respondió que “aquel que no ama, siente nostalgias del amor, y necesidad de ser amado”.
-Sí, pero en este barrio todos están enamorados –aseveró la Señora Carlota.
-¡Pero ninguno de su pareja…! -remató cortante el Ángel.
Después de esa respuesta, Balt-Hazar intentó morigerar el tono de las conversaciones. Para él era un personaje curioso que podía servirle a los fines investigativos. Alguien le había comentado, años atrás, que inclusive podía viajar en el tiempo. Así que sacó del bolsillo interno de su gabardina el cuadernito Gloria de 50 hojas, y el lápiz Faber N°2, que siempre llevaba, y como si se tratara de un reportaje, le preguntó si acaso no creía en el amor eterno. La respuesta, por supuesto no se hizo esperar. “Cualquier promesa hecha con las palabras “para siempre” es una mentira, puesto que lo eterno no existe porque el hombre camina siempre hacia su inexorable destino de anochecer. Ahí sí comienza un estado permanente”
Norita lo miraba con los ojos grandes y plenos de una incredulidad inmensa, y le hizo una pregunta sospechosamente mundana. Con su voz firme y gruesa, y con un modo socarrón, dijo “Entonces tampoco debe creer en Dios”, y lo dejó así, como flotando en el aire… El Ángel la miró unos segundos antes de responderle. Creo que midió el tono de su intensión. Y le contestó, así, como al pasar “Llegar a Dios es fácil. Seguir sus reglas para lograr la salvación es lo engorroso”
Lina no quiso quedarse atrás y entonces no tuvo mejor idea que preguntarle sobre el Diablo. El Ángel se rió a carcajadas y le explicó que el Diablo usa alternativamente tres rostros: el de la soberbia, el del odio, y el de la ignorancia. Y que los hombres lo consideran hermoso porque siempre se parece a ellos.
En ese momento la Señora Carlota, evidentemente molesta, pidió la cuenta y pagó. De manera automática cada uno de nosotros tomó sus cosas para volver a nuestras actividades, ahí fue cuando sujetándome del brazo, en voz baja me pidió que lo acompañara, que necesitaba ver a alguien. Entendí que era un requerimiento directamente personal, así que solo respondí, afirmativamente, con un gesto de mis ojos. Caminamos hasta la plaza Echesortu y nos sentamos en un banco, de espaldas a la vieja estación abandonada. En eso vimos llegar a un curita joven, que se encontró con una chica de unos veinte años, que trabajaba de desnudista en un cabaret de San Lorenzo y llevaba un bebé en brazos, y ocuparon otra banca cerca de los juegos.
-Usted no sabe lo que me cuesta mantenerme al margen –me aclaró el Ángel de los Pecadores señalándome a la pareja. Largó un suspiro prolongado y contemplativo, para decirme “Está enamorado pero no puede saberlo, la desea sin darse cuenta de ello. La visita todas las tardes, y en lugar de hablarle de sus sentimientos, la escucha en confesión. A veces creo que eligió una vida desdichada para, algún día, poder culpar de ella a todos los demás”.
Luego de observarlos por más de cuarenta minutos lo acompañé en un taxi hasta la terminal, fuimos casi todo el trayecto en silencio. En un momento y sin mirarme me confesó “Yo no soy real”, lo miré absorto sin articular palabra, y continuó “debo decir que me he esforzado muchísimo para que sea así. Es más, nosotros hemos venido hablando por años, y cada encuentro que hemos tenido he sido quien su imaginación idealizaba”. Si esperaba una respuesta de mi parte, yo no podía dársela, era la primera vez que vivía semejante situación.  Cuando íbamos por Avellaneda y doblamos hacia Mendoza miró sorprendido por la ventanilla y levantó la mano como si quisiera saludar a alguien.
-¿Lo vio? – me preguntó. Para aclarar después – ¡En esa mesa había un hombre que se parecía a mí y se levantó como queriendo decirme algo…!