miércoles, 8 de marzo de 2017

ELLAS NO QUERÍAN LA LUNA
                                                     


En la casa familiar de mi infancia había un cuadrito con un poema que mi padre me hacía leer cada tanto. Comenzaba con una frase muy bonita que decía: “...Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho del ángel por la increíble intensidad de sus cuidados...” Obviamente se trataba de un poema dedicado a las madres, pero con el transcurso del tiempo y de la vida misma fui observando, y me fui dando cuenta que todas las mujeres, madres o no, tienen algo de Dios y mucho del ángel.

Ellas tal como son poseen, desde su naturaleza, una visión distinta del mundo, una percepción diferente de la vida y de todo lo que en ella existe. Por eso es que hablan de sexto sentido o de corazonadas, quizás para que las entendamos, para que, al fin, nos demos cuenta y aceptemos que ellas y nosotros miramos la misma montaña pero desde otra costanera.

Y que maravilloso es saber que aquello que nos cuesta comprender, alguien, a nuestro lado, nos lo hace ver. ¡Y ese es el verdadero significado de la inclusión!

Ha sido muy duro y espinoso el camino que debieron recorrer. Al mismo tiempo, con sus hechos, nos demostraron que son capaces de hacerlo. No se envolvieron en envases patrióticos, y sin embargo, y quizás por eso, tarde, recordamos nombres como el de Martina Chapanay, Macacha Güemes, Juana Azurduy, Mariquita Sánchez y tantas otras que hicieron grande y real el sueño libertario.
Recién a fines del siglo XIX pudieron ingresar a las Universidades. Debieron luchar medio siglo XX para poder acceder al voto. Sin embargo se les escribieron miles de poemas y canciones, se les dedicaron novelas, óperas completas. En todos ellos se les prometía la Luna. ¡Pero ellas no querían la luna! Ellas solo pedían un espacio. Hoy ocupan lugares ejecutivos en muchas empresas, cargos de la más alta envergadura en los gobiernos y organismos públicos, también desempeñan tareas que hasta hace muy poco era impensado que estuvieran en manos femeninas. Reparan automóviles, conducen colectivos, son agentes del orden, sueldan, construyen, y al llegar al hogar son amas de casa, madres, esposas, novias, hijas, y de a poco y muy minuciosamente mueven las piezas necesarias para cambiar al mundo.

¿Son feministas? Ya no.

Ahora son nuestros pares, ¡Ya hace mucho son nuestros pares! Están a nuestro lado cotidianamente, nos alientan, nos estimulan, nos desafían, nos superan. Solo ciegos podríamos dejar de admitir que se han ganado su espacio con esfuerzo y tesón. Solo carentes de razón podríamos sostener la idea de ignorar sus fundamentos. Pongamos en valor, entonces, las diferencias con la íntima convicción de que juntos podemos armar el gigantesco puzle social al que pertenecemos y sintámonos orgullosos de que estén con nosotros construyendo la urdimbre para el futuro, ese futuro que nadie, ni aún la más pesimista mente futurista, ha podido imaginar sin su presencia. Porque tienen algo de Dios y mucho del ángel, y porque con una sonrisa son capaces de hacernos tener fe en que todo es posible.- 


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