lunes, 6 de junio de 2016



7 DE JUNIO: DÍA  DEL PERIODISTA



         Cuando se blanden las banderas del periodismo surgen a la sazón dos costados: uno que habla de la veracidad de los hechos vertidos, producto de una consecuente imparcialidad de la información. El otro, en cambio, es un periodismo oscuro, que nace y muere en la corrupción de las palabras y de la compra-venta de ideales y/o voluntades.

         Al primero se lo tratará de corromper, primero, luego de amordazar; por lo que es una tarea harto difícil poder ejercerlo con voz clara y firme. Pero si no es blandiendo la espada de la verdad, ¿de qué otro modo podemos imaginar la noble acción del periodista?

         Porque existe –y lo sabemos- la pluma amarilla que, encumbrada en las banderas de la libertad de expresión, tiñe la verdad en beneficio de algún poder que estimula entre comillas, este accionar tramposo y lisonjero, y que gusta de jugar con la expectativa de la gente, vendiéndole como realidad, nada más que un virtual engañapichangas.

         Estar sentado delante de un micrófono, o delante de la computadora de la editorial de algún medio de comunicación masivo, exige del hombre un absoluto control de su integridad y de su ética. Requiere del individuo dejar de lado sus pasiones personales, y obliga a la razón intelectual de la imparcialidad. Porque, desde allí, una mentira, una declaración infundada, una sospecha improbable declarada como real, adquiere las características propias de un ciclón, capaz de arrancar de cuajo los más bastos cimientos de aquellos que creen en la palabra enunciada desde el periodismo.

         Es por eso que el día del periodista no debe pasar inadvertido para la sociedad, porque no es casualidad que preclaros próceres de nuestra historia y nuestras letras hayan ejercido el “santo oficio” del periodismo, y hoy sirvan de nexo vinculante con nuestra educación y nuestra cultura. Ellos son la mejor síntesis del compromiso indisoluble de un pueblo que quiere saber, porque quiere crecer y participar en la construcción de su propio destino, desde que entiende que la sociedad no es una institución abstracta que se reduce a una mera estructura legal agotándose en sistemas; sino que es esencialmente el conjunto de hombres y mujeres que las nutren día a día con la silenciosa palabra de la tarea y el esfuerzo común.

                               Y desde ese esfuerzo, que no es mínimo, porque es el esfuerzo mayor del hombre en tanto que humano, la exigencia superior que se espera del periodista es la lealtad de poner en evidencia la verdad, como bien no negociable y sin fines de lucro.-

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