viernes, 1 de julio de 2016


CARENCIA



Escribo desde la carencia. Sí, porque noto que me faltan cosas y quiero compartirlo con vos, contártelo a vos. Desconozco si vas a querer hacer algo, de veras lo ignoro. Si me preguntás, sí quiero que hagas algo, no por mí, por vos, por otros, por todos. Hace mucho que estudié periodismo, y mis profesores eran personas con trayectoria en los medios y los claustros educativos, y se empeñaron en que entendiera el significado de objetividad, hasta que me tocó entender que nada es tan así. Pero bueno, tampoco la vida se maneja con los principios y valores que me enseñaron mis padres, ya no, ni la historia resultó ser como la aprendí en la escuela. No obstante continúo transitando la vida pregonando lo aprendido antiguamente, es decir que así eduqué a mis hijos. Pobrecitos ¿Cómo los tratará la vida a partir de eso?

¿Vas entendiendo? Impresiona ver de qué manera confunden y dividen. Convencieron que robar plata del Estado y llevársela a esconder al exterior es lógico, y robar plata del Estado y esconderla en el patio de tu casa, debajo de la higuera, es un delito imperdonable. Y ahí se crean dos vertientes: los de la higuera y los del exterior. Hicieron ver lo horrible que es ser corrupto, pero nada se sabe de los corruptores. Persuadieron sobre la importancia del resarcimiento a los pobres jubilados judicializados, sin embargo desconocen la carrada de desempleados de los últimos seis meses.

Todo lo anterior está mal o se pudre, el plan es borrón y cuenta nueva. Cerraron programas para disminuir el gasto, la gente qué sabe. Pagaron a los buitres a costa del despojo, incentivaron a los bancos, dieron más ventajas a los aventajados y pidieron plazos, pedal, tiempo… Que pasa volando y cuatro años ni se notan…

No sé si me entendés. Las cosas no estaban nada bien, pero se vivía. Las marchas era para viajar a Miami, o comprar dólares libremente, los piquetes se hacían para disminuir ganancias. Había inflación ¡Qué novedad! Los privados llevaban cuatro años sin dar trabajo. Y esa era una lucha, que no se la llevaran afuera, que ampliaran la planta y diera trabajo genuino, pero no quisieron. Y ahora tampoco quieren. Hace años que no producen bienes sino dinero, y es lo único que les interesa. Intelectualizo todo esto sin problemas, pero no tengo herramientas para enfrentarlo ¿Ves? Esa es mi carencia, no tengo los conocimientos, ni las habilidades, me faltan mañas para combatir al cinismo y la hipocresía política. Un amigo me dijo que era un utópico, otro que era un romántico, y un tercero, sin decirme nada, me regaló el libro El Hombre Mediocre, de José Ingenieros.

                    Es cierto, soy todo eso, pero conservo en mí los fundamentos de los valores humanos, los que aprendí desde la cuna, en la primaria, luego en el colegio y los que me transmitieron mis profesores en periodismo. Tener todo esto vigente es mi carencia.


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