MONIGOTES
EN LA ARENA
Hacía monigotes en la
arena, con el dedo, y de vez en cuando levantaba la vista como si estuviera
esperándolos llegar.
Cuando desembarcaron
los confundieron con sus propios dioses, y se llevaron todo: el oro, la plata,
la alfarería, el café, el tabaco. Violaron a las mujeres y explotaron y mataron
a hombres y niños.
No había justicia
entonces. Solo miedo. Avanzaron impiadosos, con sus cuerpos envueltos por todas
partes, sus armas de hierro, blancos como la luna, con esos extraños pelos
amarillos.
El tiempo pasó, pero
él continúa visitando la costa. Ya no hace monigotes en la arena con el dedo,
pero observa atento intentando divisar qué arrastra el agua en la más brumosa
lontananza.
Desde su ancianidad entiende que aquellos no vinieron
a civilizar sino a saquear, y en soledad se ríe de lo que dijo el doctor: Que
es solo una cuestión de semántica.-
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