FABRICANTE
DE LLUVIA
Apareció en un
carretón inmenso, un armatoste colorinche, con luces por todos lados. Lo paró
en el centro de la ciudad y bajó un par de compuertas, levantó otra, corrió una
plataforma doble, y quedó armado el escenario sobre el cual se subió a comenzar
su acto. Imagínense ustedes las caras de los pobladores.
Primero inició tocando
un acordeón pequeña, que casi se perdía entre sus enormes manos, y se
acompañaba con una armónica que portaba en un arnés en el cuello. Bailoteó
algunos pasos, y con ese simple gesto comenzó a juntarse gente alrededor del
carretón.
Cuando ya se había
arrimado un montón de parroquianos gritó “Tiempo Loco” y comenzó a hablar del
clima, de la sequía, de la botánica, de los hemiciclos secos y de los
hemiciclos húmedos. Luego comenzó a hablar de las concentraciones urbanas y la
acumulación de calor, de la responsabilidad del Estado en las catástrofes
naturales, y cuando todos estaban cooptados por sus palabras, extrajo, con la
habilidad de un mago, una galera con la cual comenzó a recaudar los aportes
voluntarios de toda la asistencia.
Yo lo miraba
impresionado desde un costado, acababa de venderles a todos una tormenta. Sí,
como lo escuchan. Era un vendedor de tormentas, fabricante de lluvia. Y la
gente compraba…
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