miércoles, 15 de agosto de 2018

VIENTO
 
 
 
“El amor, a veces, es contundente como una montaña, y otras, efímero y cambiante, como el Sahara” solía decir mi amigo Balt-Hazar-Amen-Abar, que estaba enamoradísimo de Eduina Lunge, una actriz del elenco estable de la Junta Barrial de Gobierno.
El árabe fue a ver todas las obras en las que ella participó. Todas las funciones. Siempre. Y le hacía llegar, cada noche, anónimamente, un ramito de flores. Era la firma de su presencia. No obstante ello, jamás se animó a hablarle.
El día del viento fuerte, se la encontró de casualidad en una esquina, y ella le dijo que se iba a probar suerte a Hollywood. Él la miró enmudecido. El viento levantaba polvo y tierra que se metía en los ojos, la boca, las orejas, y fue aparentemente eso lo que lo hizo lagrimear.
Ella lo observaba insistentemente, esperando una reacción, cuando el viento arremetió, repentino y violento. El tierral hizo que se perdiera la visibilidad. En ese momento, con todas sus fuerzas, le confesó que era él el de las flores, que la amaba, que no había paraíso posible en su ausencia, y que de ser necesario la seguiría por el mundo entero, ya que de la ausencia surgen las necesidades.
El viento se calmó, la tierra se disipó, pero ella ya no estaba.
Nunca sabremos si se fue en ese preciso momento, o no alcanzó a escuchar ni una sola palabra…
 
 


3 comentarios:

  1. Que hermoso escribes querido Guille, desmenuzo cada palabra tuya y la llevo a mi mente, mi imaginación. Escribes con tanto detalle y con tanta delicadeza que uno pudiera sentir que cada ápice de tus emociones al escribir. Un abrazo Me encantó y soy tu admiradora. Jamás dejes de escribir tan bello!!

    ResponderEliminar
  2. Confesión tardía. A veces, por eso se pierde. el amor.

    ResponderEliminar
  3. Confesión tardía, a. veces por eso se pierde el amor y a los seres que anhelas.

    ResponderEliminar