CAPRICHOSO
DESTINO
Siendo muy joven le
vaticinaron que su muerte se produciría por algo que caería del cielo, y él se
convenció de que su historia estaba signada. Desde esa premisa vivió su vida
con cuidados extremos como encerrarse los días de lluvia, no atravesar lugares
por los cuales hubiera gente haciendo labores de altura, ni siquiera asomar la
nariz ante la predicción de una tormenta eléctrica. Es más, había hecho retirar
todas las arañas y lámparas colgantes de la casa reemplazándolas por spots de
pared. No estaba arrepentido de todo ese extremo de cuidados, así había logrado
llegar a los ochenta y dos años, y los festejaría el fin de semana en compañía
de sus hijos y nietos.
Como el día estaba
prístino, decidieron hacerlo en el jardín posterior de la casa, cerca del
parrillero y a la sombra de la parra. Estaban cantando el Feliz Cumpleaños, o
brindando, o algo así, cuando a uno de los bisnietos, que se había trepado al
techo, se le resbaló la tortuga de las manos, golpeó en la canaleta y cayó de canto
sobre su cabeza. “Caramba, el destino tiene circunstancias de las que no se
puede escapar”, dijo el doctor al firmar el certificado de defunción.-
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