viernes, 11 de noviembre de 2016

CAPRICHOSO DESTINO



Siendo muy joven le vaticinaron que su muerte se produciría por algo que caería del cielo, y él se convenció de que su historia estaba signada. Desde esa premisa vivió su vida con cuidados extremos como encerrarse los días de lluvia, no atravesar lugares por los cuales hubiera gente haciendo labores de altura, ni siquiera asomar la nariz ante la predicción de una tormenta eléctrica. Es más, había hecho retirar todas las arañas y lámparas colgantes de la casa reemplazándolas por spots de pared. No estaba arrepentido de todo ese extremo de cuidados, así había logrado llegar a los ochenta y dos años, y los festejaría el fin de semana en compañía de sus hijos y nietos.

Como el día estaba prístino, decidieron hacerlo en el jardín posterior de la casa, cerca del parrillero y a la sombra de la parra. Estaban cantando el Feliz Cumpleaños, o brindando, o algo así, cuando a uno de los bisnietos, que se había trepado al techo, se le resbaló la tortuga de las manos, golpeó en la canaleta y cayó de canto sobre su cabeza. “Caramba, el destino tiene circunstancias de las que no se puede escapar”, dijo el doctor al firmar el certificado de defunción.- 


No hay comentarios:

Publicar un comentario