EL
TITIRITERO
¡El titiritero había
esperado ese día con ansias!
Se arregló el nudo de
la corbata frente al espejo y vio que ella estaba allí. Tendió la mesa, corrió
la silla y la ayudó a sentarse. Esa noche le hablaría de todo, de su amor, y de
su estremecida soledad. La que si persistía, terminaría por volverlo loco. Le
besó la mano y la depositó suavemente sobre el mantel de hilo. Había elegido su
mejor vajilla, y había puesto las copas de cristal heredadas de su madre. Había
comprado el mejor champagne que le permitía su estrecho bolsillo.
Con mucho cuidado se
acercó por detrás y comenzó a cepillarle el cabello. En un momento ella dejó
caer su cabeza hacia delante y él lo tomó como una provocación. Se arrodilló a
su lado, le tomó el mentón, miró sus enormes ojos pintados, sus mejillas rojas
y brillantes, y se detuvo en su boca, exageradamente dibujada, y la besó.
¡Hubiese sido la noche
perfecta!
Lástima que ella era
una marioneta…
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