martes, 5 de abril de 2016

ACERCA DE LOS JARDINES DE FUNES



Los jardines de Funes encierran una leyenda que ha trascendido por lo menos el último cambio de siglo y que “La Sociedad de los Antiguos”, formada sólo por los siete pobladores más antiguos de Funes, relatan a sus descendientes so promesa de no divulgación de la misma a fin de evitar que todo el mundo se mude a vivir a lo que ellos consideran su paraíso.

Esa leyenda advierte acerca del hechizo que producen los jardines de Funes sobre quienes compran o construyen su vivienda en dicho asentamiento, pero sobre todo declama el conjuró que habrá de usarse cuando el hechizo les sea adverso.

Es que quienes efectuaron el maleficio fueron nada más ni nada menos que las Damas del Orden de Roldán, en su afán por mantener lo que ellas consideraban una distancia prudencial deshabitada antes de arribar a su comuna.

En este orden de cosas, quienes hayan caminado por las callecitas de Funes habrán podido apreciar la vasta variedad de jardines que las adornan. Los hay adelante o atrás de las viviendas, también abiertos, prolijos e iluminados; alambrados y desprolijos, y están los encerrados, estos tienen la particularidad de estar rodeados por un muro de ladrillos de entre un metro ochenta y dos metros de altura, ocultando a la vista del paseante, todo lo que entre estos muros se encuentre.

En la intersección de las antiguas calles De La Pasión y Del Olvido (Cabe aclarar que las calles eran renombradas cada tres años para dificultar la filtración de la leyenda), se erguía una hermosa casa de dos plantas, habitada por nuevos pobladores que se presume descreían del mito, y a pesar de haber amurallado su jardín, por una descuidada hendija podía verse una fuente en cuyo centro lucía la imagen en mármol de una bellísima joven ataviada por una fina túnica y portando un cántaro en su mano derecha. Puedo asegurarlo porque yo mismo la vi una noche en que pasaba por allí buscando la casa de mi viejo amigo André Berger, conocido como El Francés.

Ya instalado en su casa lo primero que hice fue ponerlo al corriente del suceso, me miró con cara de arquero que la tiene que ir a buscar adentro y me dijo que él pasaba todas las mañanas por esa esquina y que había visto la fuente pero con la imagen de un mancebo; en ese momento hizo su entrada la flaca, su eterna compañera, con la cena e interrumpimos la conversación.

No obstante, la duda se había generado en mí; recordé a mi viejo profesor de periodismo que siempre me decía que ante la duda se debía analizar el origen de la información, así que decidí que a la mañana siguiente iría personalmente hasta esa casa para hacer las averiguaciones pertinentes.

Así lo hice, a las diez de la mañana toqué el timbre de la vivienda, y para sorpresa mía quien me abrió la puerta era justamente la niña de la fuente. Fue tal mi estupor que no pude articular palabra, ante mi balbuceo inentendible la jovencita puso una monedas en mi mano y se volvió a encerrar. Cuando recuperé la tonicidad muscular y el movimiento di vuelta la esquina para ver nuevamente esa fuente y efectivamente, mal me pese, había en su centro la imagen de un muchacho. Me fui rápido a casa, dubitativo, estupefacto, con la idea de volver a la noche. Así pude corroborar lo insólitamente cierto, que la estatua de la fuente cambiaba según la hora del día en que se la viera; de noche era una bella dama y de día un apuesto joven.

Cuatro días con sus noches estuve encerrado en mi habitación, con libros de historia, enciclopedias, atlas, cavilando al respecto; a la quinta noche fui a buscar al Francés para mostrarle el llamativo misterio y pedirle que me acompañara a hablar con los dueños de casa.

Al tocar el timbre nos recibe un joven muy amable, con la voz suave, y atento en sus gestos pero evidentemente colmado de tristeza. Nos presentamos y muy respetuosamente le solicitamos que nos permita ver la fuente que ostentaba en su jardín trasero, enseguida los ojos se le llenaron de lágrimas y con un paso atrás nos franqueó la entrada. Delante de la fuente había un sillón instalado haciendo evidente que allí se sentaba pasando largas horas observándola. Cuando le dije que había estado la semana anterior de mañana y que esa moza, que hoy era la estatua, había sido quien me había abierto la puerta, rompió en llanto, se desmoronó sobre el sillón y nos contó su sufrimiento:

Recién casados, con su joven esposa decidieron construir esa casa en Funes y mudarse cuanto antes; la misma noche que lo hicieron escucharon, a la madrugada, ruido de vidrios rotos, cuando él llegó al living investigando el origen de esos ruidos, efectivamente habían arrojado una piedra con una nota atada, al leer la misiva se da cuenta de que se trataba de un hechizo efectuado por Las Damas Del Orden de Roldán.

Nos acercó la esquela que guardaba celosamente en un cajón de su escritorio, bajo llave, y en ella podía leerse:
“COMO EL SOL Y LA LUNA, REINAN EN EL AÑIL, REINARÁN USTEDES EN SU EDÉN”
Y desde entonces viven el uno de día y el otro de noche, sólo se encuentran algunos segundos dos veces al año, para los equinoccios.

Afortunada mente para ellos mi amigo El Francés ya formaba parte de La Sociedad de Los Antiguos y ahí nomás le pasó el conjuro que rompería con el maleficio.-
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario