viernes, 5 de mayo de 2017

SOY MENDOCINO



Soy mendocino de pura cepa, como el malbec y el cabernet suavignon. Crecí al pié de la montaña criado por la humedad del suelo, y al calor de un sol cuyano, que supo amainarme la crudeza de los inviernos.

He tenido hijos en racimo, y voy de la semilla al vino en un solo beso.

Profeso un gran amor de parra, que trepa como enredadera, y abraza hasta la sombra para acunarte al fresco en una siesta.

Creo en las hileras, como en el pan que leuda en la templanza. Y un cielo estrellado, de montaña, y un murmullo de río cristalino, son la única religión que he podido aprender mientras rezaba.

Rezaba de pié a un Dios que me enseñó mi padre, con su propia liturgia de sobremesa dominguera, y a una Diosa que trajinaba día y noche para atender los quehaceres de la casa.

Soy jarilla al viento que conoció la amistad arrasadora y perpetua desde niño. Y la entregó como supo, en perfume, a los caminos. Y así me trasladé por todos los rincones, por todas las distancias, fomentando la ausencia.

Convencido, vivo, de que un día deberé afrontar lo inexorable. Y cuando ya me encuentre entre la tierra, conjuraré mi destino de semilla y volveré a vivir en cada brote.-  



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