EL
ALMA DE WAKANDA
Wakanda era pequeña,
pero como su nombre indicaba, poseía un poder mágico interno que no controlaba
con facilidad.
Su padre era el jefe
Onawa, y su madre era Chenoa. Cuando Wakanda se perdía de la vista de ambos, el
jefe sabía dónde ir a buscarla.
Siempre a la vera del
viejo río, rodeada de plantas y flores, experimentando mezclas con su pequeño
mortero de piedra.
Wakanda va a ser
chamana, decían algunos, y Cheona, como buena madre, negaba en silencio
meneando la cabeza. Porque además sabía que las mezclas de Wakanda no eran para
la cura, o no para la del cuerpo.
La niña mezclaba
aceites y pigmentos, y con sus dedos dibujaba en las palmas los días de la
aldea. La inmensa mayoría tomaba con ligereza los quehaceres de Wakanda. Ella,
haciendo caso omiso a los reclamos, continuaba pintando en las paredes, las
cuevas, los tejidos de las ancianas.
La historia que
refiero pasó en un tiempo infinitamente lejano, y sin embargo aún pueden verse,
y con valor histórico, los coloridos trazos del alma de Wakanda.
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