miércoles, 3 de mayo de 2017

EL ALMA DE WAKANDA



Wakanda era pequeña, pero como su nombre indicaba, poseía un poder mágico interno que no controlaba con facilidad.

Su padre era el jefe Onawa, y su madre era Chenoa. Cuando Wakanda se perdía de la vista de ambos, el jefe sabía dónde ir a buscarla.

Siempre a la vera del viejo río, rodeada de plantas y flores, experimentando mezclas con su pequeño mortero de piedra.

Wakanda va a ser chamana, decían algunos, y Cheona, como buena madre, negaba en silencio meneando la cabeza. Porque además sabía que las mezclas de Wakanda no eran para la cura, o no para la del cuerpo.

La niña mezclaba aceites y pigmentos, y con sus dedos dibujaba en las palmas los días de la aldea. La inmensa mayoría tomaba con ligereza los quehaceres de Wakanda. Ella, haciendo caso omiso a los reclamos, continuaba pintando en las paredes, las cuevas, los tejidos de las ancianas.

La historia que refiero pasó en un tiempo infinitamente lejano, y sin embargo aún pueden verse, y con valor histórico, los coloridos trazos del alma de Wakanda.  


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