jueves, 11 de febrero de 2016



NOMBRES


A todo el mundo le llamó siempre la atención que le pidiera a la gente su nombre. Se lo pedía al mozo del restaurante, al conductor del taxi, a la mucama del hotel. Incluso ellos mismos, muchas veces, me preguntaban ¿Para qué? ¡Para nombrarlos! les respondía. Todos tenemos un nombre que nos identifica, por más que se repita en otros, cada uno es diferente por pertenencia. Un nombre que fue elegido con amor, que nos pertenece únicamente a nosotros. Un nombre para que cuando alguien necesite llamarnos, con su sola mención ya sepamos que se trata de nosotros. Además es algo de lo que todos tenemos uno o dos, algunos hasta tres, sin importar la clase social, la religión, el idioma o la etnia. Nos pertenece, viene con nuestro linaje, es heredad. ¿Qué puede haber más importante que el nombre? No es normal dirigirse a la gente por su profesión, arte u oficio. Nos parecería ridículo decir él es mi amigo fontanero, o mañana iré a lo de lavacopas, o esta semana cenaremos en lo de pianista y camionero. El nombre, en cambio, impacta, lleva nuestra estirpe, nos caracteriza, habla de nosotros aunque no estemos allí. El nombre nos nomina y nos hace únicos. Aquel que necesite usar un cargo o una función en lugar de su nombre tiene serios problemas de personalidad. Pues todo el que dependa de una jerarquía para ser, realmente no es nadie. Otra característica del nombre es que aproxima, empareja, iguala. Y no es contradictorio, porque en esa diferencia que nos proporciona el nombre, en tanto que individuos, subraya y acentúa la igualdad de todos ante la ley. El nombre baja al hombre del pedestal y lo instala sobre la faz de la tierra más allá de sus logros. Si mencionamos a César, Alejandro, Atila, Ulises, Homero, Leonardo, Amadeus, Rafael, Jesús, seguramente habrá un amplio porcentaje de personas que identificará a quiénes estamos haciendo referencia, aún sin conocer sus biografías ni determinar sus mayores obras. El nombre reivindica al hombre como individualidad biológica, sujeto libre, y lo instala en un colectivo a partir de la conciencia de sus determinaciones, y si desde ahí alcanza a afirmar su verdadera diferencia, habrá trascendido, y entonces además de ser verdadero universalizará su nombre.


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