lunes, 28 de marzo de 2016



CUMPLEAÑOS



Había nacido justo para el día de su muerte, y eso le pesaba, lo arrastraba a su paso como una inmensa bola de acero engrillada a su tobillo.

De dónde le había llegado el presagio, nadie podría decirlo, pero para cada uno de sus cumpleaños destrataba a cualquiera que se lo recordara, es más, para esos días ni siquiera salía de su casa. Se vestía de negro y se acostaba en el centro de la cama con las manos entrelazadas sobre el pecho a esperar la hora del deceso.

Se hacía evidente que en los últimos treinta años no había recibido la visita del minuto final. Pero como de costumbre, al día siguiente todo continuaba como si nada; pero ese año pasó lo inesperado: se enamoró.

El amor, como es costumbre, le anuló los cinco sentidos, le invadió todos los espacios y por vez primera miraba el mismo paisaje desde otra perspectiva.

Llegando la fecha de su nuevo cumpleaños no pudo evitar los síntomas y le pareció que la mejor determinación que podía tomar al respecto era charlar junto con su pareja acerca del tremendo augurio.

Las palabras de aliento no se hicieron esperar: “Este año no va a pasar lo mismo, haremos una gran fiesta e invitaremos a todos nuestros amigos”.

La fiesta se hizo, la casa adornada parecía un carrusel, había música –para la sorpresa de los vecinos-, y gente que reía a carcajadas. Se sacaron fotos, se brindó a los gritos. En un momento alguien advirtió ¡La torta, traigan la torta! Y apareció la torta sobre una mesa con ruedas y las velitas encendidas.
No podía creer que fuese su cumpleaños y no hubiera temido el vaticinio, por primera vez lo sentía vencido.
-¡Un cuchillo, amor! ¡Traé un cuchillo para partir la torta!

El nuevo, el de cerámica, sacó del cajón del mueble de la cocina. Era una buena ocasión para estrenarlo. Corrió al patio y no vio la manguera extendida. No. Tropezó en ella y cayó con todo el peso de su cuerpo sobre la pieza, sintió el dolor enterrado en sus entrañas y levantó la vista en silencio mirándolos a todos con los ojos ya turbios, y sonrió con la plenitud de quienes lo han vivido todo.

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